Donald Trump irrumpió en la arena política como un gladiador loco y comenzó a matar a cualquiera que se le cruzara: los leones, los rivales, pero al final no pudo resistirse y arrojó una lanza al propio César.

Me refiero al César como un orden mundial bien establecido,  con las siguientes reglas incuestionables:

–          La corrección política.  De hecho, esto significa la prohibición de una serie de puntos de vista sobre temas sobre la migración, la economía, el género, la filosofía social, y así sucesivamente.

 

–          La simpatía por los terroristas  de ultra-izquierda e islamistas,  salvo que desde Washington y Bruselas  se dé la orden de atacarlos.  Por ejemplo,  al  ISIS (Estado Islámico) se lo debe  odiar,   pero  al  Hamas,  la Hezbolá y a las FARC se la debe considerar y respetar,  porque son «terroristas buenos». Como los Montoneros argentinos de los 70.

 

–          Hay que repudiar los discursos e ideas conservadoras, nacionales y de cualquier sentido amplio de derecha,  excepto las más inofensivas como centristas.

 

–          Tabú sobre ciertos puntos de vista,  que estén en contra de las teorías oficiales sociales, ambientales y económicos.

 

La lanza, que arrojó Trump golpeó ese orden mundial,  clavó al  César en el trono dorado, y ahora no se puede ni mover  ni sacar la lanza y entrar en la arena. Debido a que es  pesado mimado y acostumbrado al hecho de que todos le obedecen.  Pero ahora no habrá más ninguna subordinación. Ese consenso patético de izquierda-liberal, que surgió en los últimos 30 años en el mundo, está llegando a su fin y exactamente el presidente de Estados Unidos lo destruye.

Decir que estoy feliz – es casi no decir nada. Si ganaba Clinton, esto hubiera  significado  otros 8 años de existencia miserable bajo el gobierno del  «soft power»,  la ideología moderada de izquierda y la continuidad de un sistema enfermo donde se promueve a las corporaciones trasnacionales pero sin beneficios para la gente común. Afortunadamente,  ganó Trump. Ganó la salud.

Sólo Trump  declaró su apoyo al  «capitalismo popular»,  los valores nacionales de derecha y al proteccionismo  moderado,  mientras que algunos políticos, se unieron en un coro conmovedor con los críticos liberales y los socialistas,  y lo declaran como «un tirano» y «enemigo del mundo abierto».  Especialmente y adorablemente,  esto se observa en otros países que han llevado  políticas proteccionistas  en los últimos años. Por eso no está claro por qué Estados Unidos debe abrir su mercado a todos sin distinción, mientras que otros países analizan  si es o no conveniente dejar entrar a su mercado a los productos estadounidenses. Me gusta mucho también la lógica de algunos economistas que postulan  prohibir la venta de los productos de EEUU en lugar de buscar otros socios más rentables y no se preocupan para  nada de las opiniones de los consumidores que quieren comprar los productos tales  como  Coca-cola, McDonald’s,  etc.

También sólo Trump declaró a los  terroristas como terroristas y llamar las cosas por su nombre, mientras que al mismo tiempo lo atacan los representantes y los beneficiarios del Viejo Orden:  son los engañosos medios de comunicación que durante años mintieron a la gente, diciéndoles que Hezbolá y los terroristas de las FARC no eran tales,  sino  «luchadores por la justicia» y que «no hay religiones malas«, y así sucesivamente.  El hecho de que los ataques terroristas en el Oriente Medio, Europa, EE.UU, Rusia y América Latina se realizaron por islamistas o comunistas,  era imposible de expresar hasta hace poco, sin incurrir en acoso por parte de los «medios civilizados»… los mismos medios que admiraban a los Sendero Luminoso,  la Hamas,  la RAF… los mismos medios que inventan los apodos románticos para los asesinos en serie… los mismos medios que viven por el principio de «si la realidad no se corresponde con nuestros puntos de vista, tanto peor para la realidad«. Y ahora las máscaras se cayeron!  ¡Bienvenido al mundo real!