He estado en varias ciudades y, en particular, las capitales, pero me parece que no conocía una ciudad tan diferente en la noche y en el día como Buenos Aires. A veces creo que existen dos ciudades sucesivas: Buenos Aires Lunar y Buenos Aires Solar; son los gemelos que  representan a si mismos por cada lado – dos copias casi exactas el uno al otro, y por otro lado al mismo tiempo muy diferentes. Baires es una especie de Janus de dos caras, la ciudad de misterio-alquímico, la clave para los pequeños y los grandes Misterios, que abren las puertas de toda América Latina y a través de la cual soplan los buenos vientos del Continente.

Buenos Aires de Día, “Solar” es variada, a veces es torpe como adolescente y a veces es galante, como un caballero experimentado. Ella nos atrae como un niño travieso, pecoso, con un brillo alegre en los ojos, que con entusiasmo agarra la pelota y nos llama a jugar, o bien repentinamente nos deja atónitos con  la oscura antigüedad de su calles sombreadas, esquinas cubiertas de musgo, edificios colosales, confundiendo con suspiros del pasado, infectando con nostalgia de aquellos tiempos que ya no podemos atrapar y nunca vimos con nuestros propios ojos. Ella, esta ciudad paradójica, este niño con una sonrisa, pero con los ojos cansados, jugando con una pelota entre los altibajos, éxitos y desastres, puede despertar el anhelo de eternidad.

Este anhelo,  particularmente fuerte se convierte en la noche, cuando el ruido se apaga y adquiere sus derechos el otro Buenos Aires – Lunar, silenciosa a veces murmurando algo por bajo de su nariz,a través de la boca de un  transeúnte tardío o acompañando personas que regresan desde una fiesta, distante, contemplativo, invitando a un largo paseo por la noche,  atrayendo en el techo de la casa, donde puede charlar con la Cuidad hasta la mañana sin temor a oídos no deseados.

El anhelo de eternidad desde la infancia yo lo asoció con el ladrido de los perros. Aquí hay  muchos y me gusta eso. Siempre me han gustado los perros. A pesar de que todavía era una escolar, descubrí “Los cantos de Maldoror” de Conde de Lautréamont y recuerdo las siguientes líneas:

Recuerdo una vez, mientras me miraba  con los ojos vidriosos, mi madre dijo: “Cuando escuches, acostado en la cama, el ladrido de los perros cercanos, tápate bien con una manta y no te rías de su locura, porque ellos poseen el anhelo ineludible para la eternidad, el anhelo que valanguideciendo en  todos: tú y yo, y todo los apagados y anémicos  habitantes de la tierra. Pero esta visión eleva el alma y te permito  mirar desde la ventana”. Yo santamente honro el testamento de mi fallecida madre, como estos perros, atormentado el anhelo por la eternidad … ”.

He vivido mucho tiempo en San Petersburgo. Entre Baires y Peter hay algo en común, aunque en general estas ciudades son casi lo contrario. Ambas no quieren y no pueden dejarte ir. Vine a Buenos Aires hace unos años, pero me fui para terminar mi libro-investigación “Carne” pues tenía que visitar otros países de América Latina. Pero volví.

Petersburgo no te suelta, tu mente queda amarrada a través de su cadenas, que dan al hombre la emoción y el éxtasis de la locura, inmersa en la dulce y adictiva enfermedad,  moviéndose en las sábanas húmedas de fiebre pervertida-apasionante. Peter encarna la belleza de la intoxicación, el atractivo de la enfermedad, la estética de la tuberculosis, el placer muy especial en el borde del dolor.

Buenos Aires no te suelta pero de otra manera. No nubla la mente y no obstaculiza la voluntad. Ella no se convierte en una costumbre, como un viejo amigo, con el que la amistad se basa en que sabes cada detalle de su conducta y de sus  hábitos. A Baires simplemente imposible dejarla para siempre.Se puede salir por un tiempo, pero en algún momento el viajero se reencontrará con ella, con una ciudad donde se juntan los flujos ocultos de la energía del continente,  una ciudad-misterio, una ciudad que se abre (o se cierra – para los indignos) Argentina y  quizás a toda América Latina.

Buenos Aires es una ciudad-trickster que no obedece a la lógica aburrida habitual de las grandes urbes, donde reina por su propia orden, que es sabido sólo por Janus de dos caras.

Buenos Aires es la capital del país, que  incluso estando en el pico de la crisis, afecta a toda América Latina,  no a través de la violencia y las armas, sino de la cultura, el  Aire Bueno, el nombre que le han dado a Baires.

Este artículo está hecho para la revista de Caballito «Horizonte«