Kitty Sanders es rusa nacionalizada argentina. Llegó al país en 2013 y es una referente. Durante ocho años investigó la trata de personas en más de 20 países y hoy divide su tiempo entre la colaboración para desarmar redes de trata y en dictar cursos de defensa personal para chicas.
Se convirtió en la fuente más confiable para las autoridades y en una protectora de la sociedad. Visita las villas y allí se maneja con total libertad para conseguir información. Los que conocen el lugar son los mejores aliados para encontrar centros clandestinos y proxenetas.
Kitty Sanders, la periodista que se infiltró en burdeles para combatir la trata de personas
Además, es reconocida por el trabajo periodístico que llevó a cabo durante ocho años como una infiltrada en la industria para adultos. De los tres libros que ha publicado, en Prolegómenos al libro Carne enseña lo que aprendió en esa investigación.
El espejo de otra guerrera
Para conocer a Kitty Sanders, es necesario presentar a su abuela, una veterana de la Segunda Guerra Mundial, integrante del único escuadrón de mujeres que peleó contra los nazis.
A pesar de ser muy pequeña, Kitty escuchaba sus duras historias sobre las misiones, sobre la pobreza reinante en la Unión Soviética, y cómo las madres vendían a sus hijas “por un pollo entero”. “Desde los cuatro años, me mostraba fotos de lo que los alemanes les hacían a las mujeres. Ella pensaba que podía venir otra guerra y que lo único que podía salvarme era convertirme en una guerrera. Por eso soy como soy”, asegura.
En la adolescencia, los reportajes periodísticos que leía le contaban más sobre problemas que ya conocía y la acercaban a su vocación. “Cuando estaba en la escuela, yo quería saber más, era muy curiosa. Siempre me interesó romper los mitos, el silencio”, asegura.
La abuela murió cuando Kitty tenía 12 años. Los problemas con el resto de su familia la obligaron a huir, y viajó hasta Moscú para trabajar en un circo. “Aprendí a vivir en la calle. Vi de todo”, recuerda, pero ya estaba lista para soportar cualquier adversidad.
Esa realidad que le tocó vivir no la encontraba en los diarios, por eso decidió no dejarse llevar por el enojo y contarla con sus palabras. Así, sus primeros textos fueron publicados cuando tenía 14 años. También se propuso terminar la escuela y luego estudió Periodismo en la Universidad de San Petersburgo.
Su norte siempre fue contar la verdad sobre la industria de adultos, pero en Rusia no había libertad de expresión. “Tuve muchos choques durante mi investigación porque cuando empecé a estudiar, en el 2000, entró (Vladimir) Putin al poder y puso límites”, señala. Su proyecto de tesis también fue rechazado por ser un tema prohibido por el Estado, pero esto no logró disuadirla.
En 2004, emprendió su proyecto independiente y entrevistó a las primeras prostitutas. Les pagaba por el tiempo que tomaría un encuentro, un método que no funcionó: “Me mentían, yo lo sabía porque lo vi en mi adolescencia”, asegura. “Comprendí que es un mundo criminal, no te puedes acercar a través de entrevistas. Si quería saber la verdad, tenía que ser una de ellas”.
Guiada por las enseñanzas de su abuela, se alistó para combatir. “Ella me decía: ‘Si vos sos fuerte, tenés que ayudar a los más débiles, pero para ayudarlos, deberías entender quién los hizo débiles”, recuerda.
El inframundo
Kitty Sanders enterró su pasaporte real, se maquilló y cambió su manera de vestir para pasar al inframundo, siempre con un nombre y color de pelo distintos. No había dispositivos ni redes sociales que pusieran en riesgo su búsqueda de información y rescate.
Entraba a los burdeles para salvar a las chicas. Ayudaba a las víctimas que pensaban que ella era una más. Los proxenetas no la habían detectado como intrusa. Cuando terminaba el trabajo en un lugar, escapaba y cambiaba de apariencia. Trabajaba como una espía: “Cuando vaciaba un burdel, nadie sabía quién era”.
En Prolegómenos al libro Carne, Kitty da testimonio de que su trabajo se extendió por Europa. No solo investigó en los países que alguna vez pertenecieron a la Unión Soviética (Ucrania, Bielorrusia), sino que también descubrió cómo se movía la industria que prosperaba en los países desarrollados como Inglaterra o Francia.
Fue testigo de la violencia y todos los métodos con que sometían a las víctimas. Tuvo éxito en ocasiones, pero hubo vidas que no logró salvar, como la de una compañera llamada Natacha. Aunque todavía le conmueve contarlo, insiste en compartirla para que su historia “no se pierda”.
Una noche, en Berlín, un cliente confesó en su embriaguez que había logrado “cumplir un sueño”: “Estábamos en su casa, era una persona de clase media. Le pregunté qué sueño y él puso un cassette de VHS y me mostró”. Había ahorcado a Natacha mientras tenían relaciones.
“Me llevó al sótano y ahí estaba el cuerpo. Le di más alcohol y, cuando se durmió, saqué a Natacha y la enterré. Ni siquiera pude ponerle una cruz”, relata.
“América Latina es donante de carne”
En Europa, comprobó que muchas de las víctimas de trata llegan de América Latina. “Los países desarrollados están utilizando a la mayoría de chicas y chicos de América Latina en los burdeles. Yo conocí a la primera argentina en Francia. También encontré bolivianas, del pueblo Aimara; paraguayas, venezolanas. Solo un tercio de las chicas son rusas, ucranianas, pero no hay francesas. Aprendí que América Latina es un continente donante de carne contra su voluntad”.
Para entender la lógica del mercado clandestino de personas, decidió dejar Europa. Viajó a México y recorrió la capital, Ciudad Juárez y otras ciudades. Luego, llegó a Perú. “Me trasladaron por mar en un contenedor de carga”. Incluyendo a Kitty, un grupo de 10 mujeres tuvo que soportar temperaturas extremas y una de ellas murió. “Estábamos viajando con el cuerpo podrido. Cuando llegamos, abrieron el contenedor y vieron el cadáver, dijeron ‘solo una menos, muy bien’”. El recorrido incluyó también Venezuela y Colombia.
En 2010, llegó a la Argentina y se quedó alrededor de tres meses. Empezó a infiltrarse en burdeles. Recorrió Once, Constitución y la villa 31. “Acá, muchos clientes ayudaron a rescatar a las chicas. Cuando les decía que estábamos en contra de nuestra voluntad, me ayudaban a desarmar a los proxenetas” asevera.
Su hazaña tuvo un final abrupto en Antofagasta, la localidad minera de Chile. Había desarmado una red de trata y los policías involucrados intentaron acusarla de robarse la serpiente con la que bailaba en un club de striptease.
“Me pusieron en cana, entonces contacté a la prensa. Les dije que mi nombre es Kitty Sanders, que era periodista”. Los medios acudieron a la policía con las pruebas que la respaldaban. La Policía de Investigaciones de Chile (PDI) la liberó, publicó una disculpa y echó a 100 agentes, pero su rostro y su historia ya había recorrido todo el país. Además, fue amenazada de muerte.
El país que eligió para refugiarse fue la Argentina y volvió en 2013. “Acá, conseguí mucha ayuda y más espíritu de cambio”, confirma.
Trata Zero Tolerancia
La investigación de Kitty Sanders cubrió más de 20 países. En su libro, detalla que la trata de personas no solo incluye la prostitución, sino que las víctimas son obligadas a actuar en películas pornográficas.
Las chicas que no son “atractivas” son forzadas a trabajar en talleres clandestinos para hacer ropa o cocinar. Además, existe una tercera rama, que es el tráfico de órganos.
La periodista trabajó ocho años entre las redes, el doble de lo que una víctima puede llegar a sobrevivir al ser expuesta a la violencia, las drogas, o enfermedades como la sífilis y el SIDA.
“Cuando dejan de servir físicamente, las inyectan para que mueran por sobredosis. ¿Y si la policía encuentra a una prostituta muerta, qué va a pensar? Que fue un ‘accidente’, no van a imaginar que es un homicidio”, denuncia.
No hay forma de contar los casos de secuestro, las muertes, ni sus causas. “Hay tantos chicos desaparecidos que nosotros pensamos que pueden estar viviendo en otro país, pero realmente fueron quemados en crematorios, porque las redes de trata trabajan en conjunto con crematorios”, señala y agrega: “Las cifras no son verdaderas porque la mayoría no quiere testificar. No hay estadísticas de cuántas víctimas se suicidaron, todo está tapado. Los varones se suicidan más que las chicas porque no pueden soportar las violaciones”.
También hay casos en los que las víctimas no escapan porque viven amenazadas con que van a matar a sus familias. Otras no pueden volver a sus casas porque fueron vendidas por algún familiar.
Tras dejar el trabajo clandestino, Kitty Sanders comenzó a viajar por todo el país, sobre todo a Misiones, a Jujuy y Salta, para dictar charlas tanto a los chicos como a los miembros de la fuerza. “Las fronteras son zonas rojas”, resalta.
También creó el grupo Trata Zero Tolerancia, que actualmente tiene 8000 integrantes distribuidos en todas las provincias de la Argentina. En su equipo hay médicos, psicólogos y abogados que colaboran para rescatar a las personas.
“Sin proxenetas, no hay trata”
La periodista reconoce que es difícil acabar con la trata de personas, pero no es imposible. “Tengo dos lemas: sin proxenetas, no hay trata, ellos son el motor de este negocio; segundo, la prevención es la clave”, remarca, e insiste que debe ser un trabajo en conjunto entre el gobierno y la sociedad civil. “El mal está donde las personas no se preocupan”.
La prevención refuerza conocimientos. Como explica la escritora, todas las redes de trata tienen una estructura piramidal. En la base, están los reclutadores que buscan a los chicos y chicas y los llevan engañados al prostíbulo. Son, en su mayoría, mujeres, pues inspiran confianza y consiguen que las víctimas acepten con mayor facilidad.
En el medio, están los encargados de la gestión. Ellos solicitan nuevas víctimas en caso de que alguna muera. “En la cima, la mayoría son hombres. Son los que les pagan las coimas a los policías para que cierren los ojos, que le pagan a la prensa para que publique otras cosas”, apunta.
Las redes sociales facilitan el crimen. Los reclutadores estudian los perfiles de las personas y les hacen una oferta que se adapta a sus intereses, sus sueños, bien sea modelar, trabajar en el exterior, ser artista. También intentan captar jóvenes en los boliches.
Otra opción es las agencias de modelos falsas, donde atraen a las víctimas y les toman fotografías subidas de tono para luego amenazarlas con difundirlas si no aceptan tener sexo con los “patrocinantes”.
En el caso de los nenes, Kitty alerta a los padres y maestros que los delincuentes “arman catálogos. Les toman fotos mientras están en el jardín, jugando. El cliente elige y después los secuestran”. Ante esta situación, resalta que las dos primeras horas de búsqueda tras la denuncia son cruciales. “Después de cuatro horas, ya están en otra provincia y es difícil encontrarlos”.
Ante cualquier sospecha, es posible contactarla a través de su cuenta de Instagram (@kitty_sanders). Para hacer denuncias, existe la línea gratuita 145, está activa las 24 horas, todos los días.
“Es importante aclarar que las chicas y chicos no están solos, que no crean que todos son corruptos, porque eso es lo que quieren instalar en nuestras cabezas los involucrados en las redes de trata, que ellos son todopoderosos y no vale la pena escaparse y pedir ayuda”, remarca.
Mandamientos antitrata, por Kitty Sanders
1. No busques plata rápida;
2. Tené cuidado si alguien conocido o desconocido te ofrece un trabajo (donde ofrezcan mucho dinero) en el que no se preocupen por tu experiencia y nivel de profesionalismo, sino que solo les interese tu apariencia.
3. Recordá que no se puede ocultar la actividad sexual (prostitución, pornografía), porque por el desarrollo tecnológico, es muy fácil captar imágenes y videos que puedan dañar tu reputación y servir para chantajearte;
4. Todas las fotos y videos publicados en redes sociales o enviados a través de internet no desaparecen, sino que pueden ser utilizados para ensuciar tu imagen o en cualquier forma negativa;
5. Europa no es un paraíso donde te esperan, hablan en español y buscan migrantes para darles dinero. Es la cuna de las redes de trata y primer consumidor de la “carne latina”, porque es exótica y está devaluada (consecuencia de la visión nacionalista);
6. No confíes en todos los perfiles de las redes sociales (Facebook, Instagram, etcétera). Pedí siempre una “confirmación” de su persona. Por ejemplo, que te envíen una selfie con un papel en sus manos con tu nombre escrito;
7. Para no ser manipulado(a), aprendé sobre las leyes de tu país. No caigas en trampas por desconocimiento. En la Argentina, ninguna prostituta puede ser castigada por esta actividad. Sin embargo, el argumento del castigo legal es utilizado por muchos proxenetas para evitar que las víctimas los denuncien y continúen bajo su explotación;
8. Recordá que un proxeneta no es un “hombre grandulón con apariencia criminal”, sino que puede ser una mujer o chica linda y amable, como también un muchacho guapo con apariencia inteligente que solo busca dinero;
9. Tené en cuenta que los métodos de captura y reclutamiento de las víctimas para las redes de trata están cambiando siempre. Actualmente usan con frecuencia falsas ofertas de trabajo o manipulación psicológica (generación de culpa, y vergüenza);
10. Recordá que no es vergonzoso pedir ayuda a tu familia, amigos, la policía. Si estás en una situación desconocida o de peligro, tenés derecho a ser protegido(a).